sábado, 24 de diciembre de 2011

Capítulo 18 - Recuerdos

Puse mi maleta sobre la cama, saqué la ropa y las cosas del baño junté todo, comence a doblar.
"¿Aló? Administración por favor y la cuenta también. Si yo espero, gracias."
Me quedé parado mirando todo, y entonces recordé...

"Meira, ¿seguro estarás bien quedándote sola?" - Le pregúnté, estaba ella sentada en la sala de la casa, leyendo un libro con la ténue luz de la lámpara de aquella mesa que mi papá había tallado - ¡Claro! - contestó ella - descuida, el niño está dormido arriba y tus padres regresarán en una hora y podré ir a casa. - Tomándo la libreta de apuntes y un lapicero le dije: "Aquí estan mis números también".

Al regresar de aquella velada tan emocionante en el teatro del pueblo, donde mi gran amigo Alberto Casas había estrenado su grán obra, vi que las calles estaban cerradas, los vecinos en las calles y patrulleros en la puerta de mi casa. No lo podía creer, qué habría sucedido, yo estaba seguro que era en la casa del vecino y con tantas patruyas había abarcado la calle, pero mi sorpresa fué otra al llegar a la puerta.
"¿Qué paso?, ¡OFICIAL! ¿Qué pasó? - Le dije mirándo soprendido, sacaban un cuerpo en una camilla - ¿Vives acá? - preguntó el oficial - ¿Qué esto significa? ¡ALGUIEN EXPLÍQUEME CARAJO QUE MIERDA PASA ACA! - Escuché una voz gruesa - ¡TRANQUILO HIJO!, ya nada se puede hacer - Extrañado por esa respuesta pude notar que el brazo que colgaba de la camilla era de Meira, estaba con sangre.
La señora de la casa del frente me jaló por le brazo y me dijo: "ven pequeño tus padres están en mi casa - De pronto escuché a mi padre: "¡HIJO! que bueno saber que estás aquí... - y mi madre llorando.
Aquella vecina insistió que fuera con ella a su casa mientras mi padre, acompañado por mi madre entraban a la casa para hablar con el oficial de policía encargado. Acercándome una taza de té, se sentó frente a mi en la mesa de la cocina y me explicó que alguien había entrado a la casa a robar, aparentemente el robo había salido mal, cuando pensaron que no se encontraba a nadie dentro de la casa. Meira descubrió al asaltante y ese la atacó con un lapicero, clavándoselo en el cuello, matándola de inmediato. Sólo habían encontrado un par de guantes en el piso.

De pronto me ví en el piso escuchando los vidrios de la casa romperse. Mi casa había explotado con todos adentro.
Me fuí de mi pueblo por que sólo quedaba el lapicero con el que le había escrito mis números a Meira con mis huellas, era la única prueba y sólo me incriminaba a mi, además que cada vez que andaba por las calles, podía escuchar a la gente decir a mis espaldas que lo había hecho por cobrar le dinero del seguro y los ahorros de mis padres. Y eso fue lo que hice, el seguro pagó, tomé el dinero del banco y sin decir nada me fui. viajé de pueblo en pueblo hasta que llegue a San Abelardo, donde pensé que empezaría una nueva vida y que ahora veo que estoy condenado vagar como un desterrado.

Sonó el teléfono: "¿aló?, si ok. Gracias" - El Sr. Arevalocilla estaba subiendo a mi habitación. Abrí la puerta para esperarlo.
Después de agradecerme y tomar con él una de sus botellas de vino más preciadas, mientras le contaba lo que líneas más arriba había recordado, él insistió en que me quedara. Le agradecí pero igual mi desición ya era firme. Continuamos conversando de muchas cosas más. Me pidió que me quedara esa noche y que viajara por la mañana temprano. Accedí.

A la mañana temprano, pedí que uno de los botones me ayudara a abajar mis cosas, dejé la puerta de la habitación abierta y entré al elevador.

"Es una verdadera pena que se vaya Sr." - Me dijo el botones, sólo atiné a meter la mano al bolsillo y darle una buena propina al llegar al mostrador.

Le pedí a la recepcionista me llamara un taxi para que me llevar al terrapuerto del pueblo, allí elegiría mi próximo destino. Mientras esperaba tenía la sensación de que algo me había olvidado en la habitación, asi que decidí subir.

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